A la intimidad se entra de puntillas
- Beatriz Vinueza de Loría
- 9 may 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 ago 2019
Por Beatriz Vinueza de Loría

Vivimos tiempos en los que la intimidad se expone como un afiche en todas las redes sociales, no logramos tomar un café con una amiga sin que estemos colgando la foto del evento. Estamos pendientes de lo que se publica a diario, tanto así que pudiéramos llegar a vivir una vida paralela, la virtual y la real, con el agravante de confundir las dos dimensiones.
Como adultos, que hemos ido asimilando esta transformación a medida que ha ido avanzando, todavía podemos diferenciar estas dos realidades, pero los adolescentes que nacieron en la era digital, muchas veces se pierden en este mundo y no tienen la capacidad de discernir que se puede “colgar” y que no.
Sabemos muy bien los peligros, cada vez más evidentes, que surgen de esta sobreexposición en redes sociales: desde amores inocentes, hasta delitos como el de secuestro o falsificación de perfiles por parte de pedófilos. Eso por nombrar algunas de las numerosas formas de delinquir, sabemos que la creatividad se desarrolla exponencialmente cuando se trata de estos temas.
¿Qué hacer para que nuestros hijos puedan entender a lo que se exponen?
¿Es válido revisar sus dispositivos, prohibir el Internet, descartar toda tecnología como si habláramos de un “invento diabólico”?
Como padres, tenemos la potestad de hacerlo, pero esa posición traerá como reacción de nuestros hijos la búsqueda del momento y el lugar para ver o hacer lo no se les permite. Bien decía san Pablo: “No conocí el pecado más que a través de la Ley,…sí la Ley no dijese: No desearás…” (Romanos 7,7). Es la concupiscencia de la que somos todos presa, y que como adolescentes todavía no han logrado manejar.
Además al asumir esa posición, lograremos que la puerta que abre el adolescente de su intimidad se cierre inmediatamente y con un cerrojo que no permitirá nuestro ingreso nunca.
Como padres, para acompañar a nuestros hijos, debemos involucrarnos en sus intereses y en sus vidas desde corta edad. Cuando son pequeños, somos los que más influenciamos en ellos, somos el referente, la figura a seguir, a imitar, se proyectan a futuro en cómo somos nosotros. Urge que nos demos cuenta de esa realidad tan arrolladora que puede ayudarnos a reaccionar.
Debemos procurar enseñar a nuestros hijos que la intimidad es algo que debemos resguardar, algo que se lo entregamos a las personas con que desarrollamos un vínculo de amistad, algo que nos unirá a las personas, identificando nuestros más valiosos bienes, nosotros mismos.
Pero esta no es tarea fácil, es un trabajo meticuloso, aprovechando todas las oportunidades, ganando terreno, siendo en la vida de nuestros hijos, padres presentes a los que pueden acudir, con los que pueden dialogar, que los respetan y los dirigen en sus comportamientos.
Los bebes necesitan cuidados, alimento, higiene, de lo contrario mueren.
Los niños límites: “no puedes tocar la estufa, te quemarías”.
A los adolescentes se les ofrece razones.
Como sugerencias podríamos decir:
No coloquemos pantallas en los dormitorios de los niños:
Televisores
Videojuegos
Celulares
Computadoras
Ellos pueden perder la perspectiva y verse “a solas” en sus cuartos y acceder a la petición de colgar material inapropiado.
Enseñemos a manejar las nuevas tecnologías, acompañemos, expliquemos los peligros y, sobretodo, formémoslos en lo más valioso que tiene el ser humano, su libertad, de tal manera que ellos quieran compartir con nosotros sus vidas y que actúen correctamente por la razón más sobrenatural que existe: “porque les da la gana”.
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