top of page

Libertad, virtudes y adolescencia

Actualizado: 19 ago 2019


A medida que nuestros hijos van creciendo, experimentan la necesidad de afirmar el hecho que son personas únicas, auténticas y distintas a sus padres; y es cuando comienzan a batallar por más libertad y privacidad.

Muchas veces, a nosotros los padres, esta postura nos aterroriza, ya que vamos viendo cómo nuestros bebés se escapan de nuestras manos y van creciendo inevitablemente.

Es entonces que surgen roces entre las dos generaciones y llega el punto en que, como padres, desconocemos a nuestros hijos:

  • ¿Qué le pasó a este niño dulce que quería jugar solo conmigo? Ahora, me responde de malos modos.

  • ¿Por qué, ahora, cuando le pregunto cómo estuvo su día en el colegio, me responde un simple “ bien”?

  • ¿Por qué ya no quiere hablar conmigo y prefiere chatear[1] con sus amigos?

  • ¿Por qué, si lo llevo al colegio, no quiere que le dé un beso de despedida?

Todas estas y muchas otras interrogantes se pasan por nuestra mente, mientras tratamos de pensar en qué nos equivocamos, echándonos la culpa de su cambio, entristecidos, pues hemos perdido a nuestro hijo.

La respuesta es muy simple: es un adolescente.

No nos rompamos la cabeza para tratar de buscar respuestas, nada de lo que hagamos va a hacer que esta etapa desaparezca, lo que tenemos que hacer es actuar como adultos y acordarnos que es una etapa de crisis; entendida como lo que es: una etapa de cambio. Los adolescentes pasan por cambios biológicos y psicológicos muy pronunciados en una etapa muy corta de tiempo.

Nuestro trabajo como padres es acompañar, “ayudar a crecer” y actuar en consecuencia con nuestro papel: padres.

El deseo más profundo del padre es que su hijo sea feliz, creo que no me equivoco cuando generalizo en este punto.


¿Cómo alcanza la felicidad una persona?


Con base en trabajo, en esfuerzo, en conquista de virtudes por medio de las cuales se va alejando del egoísmo propio del ser humano y abriendo sus ojos a los que lo rodean. A medida que la persona sale de sí misma y se preocupa por el resto, va descubriendo el sentido maravilloso de la vida: la capacidad de amar.


¿Y qué tiene que ver todo eso con la libertad?


Al analizar el concepto de libertad, debemos entender que por el hecho de ser persona, el ser humano es libre, con capacidades, y que por medio del uso de sus potencias, inteligencia y voluntad, actúa en consecuencia.

A medida que el ser humano va trabajando las virtudes, se va acercando, cada vez más, a la conquista de su voluntad, por lo que ya no hace las cosas por deber, sino por querer, porque quiere el bien. Con este proceso, el ser humano perfecciona su esencia y manifiesta quién es.

El hombre, compuesto por cuerpo y alma, trabaja en la adquisición de hábitos que se traducirán en virtudes, por medio de las cuales, éste va modificando su esencia – que es intrínseca – y que se transmite al alma. La persona es quien modifica su esencia.

La libertad es un don inmerecido de Dios, quien quiere que libremente correspondamos a su Amor, y que a medida que con nuestro actuar nos encaminemos a ese fin, aumentará nuestra felicidad.

Ahora bien, ¿dónde aprendemos a dar y a recibir ese don de la libertad? Pues en la familia. Es en la familia donde nos vamos forjando, fortaleciendo o debilitando, según sea la dinámica vivida. Es ahí donde somos queridos por quienes somos, sin importar facultades, virtudes o defectos. Somos hijos y –asemejando esa relación filial divina– somos queridos por el simple hecho de ser hijos.

Es en la familia donde deben fortalecerse todos los elementos que van a formar parte de las personalidades de cada uno de sus integrantes, hábitos y virtudes vividas día a día, aprendidas poco a poco y atesoradas con el tiempo. Todo aquello que vivamos dentro de nuestro primer entorno dejará una huella indeleble en nuestra personalidad, en nuestro carácter.

El púber inicia un descubrimiento de sí mismo y se abre a un conocimiento de su intimidad, con lo que acompaña su necesidad de abstracción, de reflexión, de tratar de encontrarse en este mundo; démosle su espacio y ayudémoslo a crecer ofreciendo siempre un ejemplo coherente a lo que les hemos inculcado desde pequeños.

La libertad que acompaña los años de adolescencia va en crecimiento y en conjunto con la responsabilidad que exige.

[1] Término utilizado para definir la acción de charlar, proviene del inglés chatting que define una conversación informal.



Comments


Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

  • Facebook
  • LinkedIn

©2019 by Paternidad en el siglo XIX. Proudly created with Wix.com

bottom of page